Key #5 – The Key of Praise
Psalm 100:4: Enter into His gates with thanksgiving, And into His courts with praise. Be thankful to Him, and bless His name.
Praise is the proper response to God’s victory. The Bible is filled with examples of this, like Miriam after crossing the Red Sea, picks up a tambourine and begins to sing and dance (Ex. 15:1). There is Deborah’s song after the improbable victory over Sisera (Judge 5:2). David singing after God’s deliverance from King Saul (2 Samuel 22:2). How can we not mention the lame man at the temple gate called beautiful, who entered into the temple leaping, and praising God (Acts 3:8).
However, there are examples of praise that precede victory. Praise not just a celebration, but as a pathway to victory! God’s people also realized that Praise attracts the presence of God, for He is enthroned or dwells in the praises of His people (Psalms 22:3). When God’s presence is manifested, there are no walls, nor army, no fortress that can stop the victory. Praise becomes more than a reaction to victory. It becomes the weapon by which victory is achieved. Jericho’s walls fell to a shout before a battle was fought (Joshua 6); Jehoshaphat’s choir led the army to triumph through praise before a sword was lifted (2 Chronicles 20). When Paul and Silas praised in prison, the doors literally opened (Acts 16).
This means that praise is useful before, during, and after the battle. There is no bad time to praise God. Praise should not be seasonal, but a way of living. When you praise before your battle, you invite His presence. When you praise during the battle, you sustain your spirit. When you praise after the battle, you honor His power.
So, take the Key of Praise, regardless of where you are in your journey, and use it to open heaven’s gates. Praise is the sound of unlocking doors; praise is the sound of victory.
Praise the Lord! For it is good to sing praises to our God; For it is pleasant, and praise is beautiful. – Psalms 147:1
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Llave #5: La Llave de la Alabanza
Salmo 100:4: Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre.
La alabanza es la respuesta adecuada a la victoria de Dios. La Biblia está llena de ejemplos de esto, como Miriam, que después de cruzar el Mar Rojo, toma un pandero y comienza a cantar y bailar (Éxodo 15:1). Está el canto de Débora después de la improbable victoria sobre Sísara (Jueces 5:2). David cantando después de que Dios lo liberara del rey Saúl (2 Samuel 22:2). ¿Cómo no mencionar al cojo en la puerta del templo llamada Hermosa, que entró en el templo saltando y alabando a Dios (Hechos 3:8)?
Sin embargo, hay ejemplos de alabanza que preceden a la victoria. ¡La alabanza no solo como una celebración, sino como un camino hacia la victoria! El pueblo de Dios también se dio cuenta de que la alabanza atrae la presencia de Dios, porque Él habita en las alabanzas de su pueblo (Salmos 22:3). Cuando se manifiesta la presencia de Dios, no hay muros, ni ejércitos, ni fortalezas que puedan detener la victoria. La alabanza se convierte en algo más que una reacción a la victoria. Se convierte en el arma con la que se logra la victoria. Los muros de Jericó cayeron ante un grito antes de que se librara la batalla (Josué 6); el coro de Josafat camino frente al ejército antes del triunfo mediante la (2 Crónicas 20). Cuando Pablo y Silas alabaron en la cárcel, las puertas se abrieron literalmente (Hechos 16).
Esto significa que la alabanza es útil antes, durante y después de la batalla. No hay un mal momento para alabar a Dios. La alabanza no debe ser algo estacional, sino una forma de vida. Cuando alabas antes de la batalla, invitas a Su presencia. Cuando alabas durante la batalla, sostienes tu espíritu. Cuando alabas después de la batalla, honras Su poder.
Así que, toma la llave de la alabanza, sin importar en qué punto de tu camino te encuentres, y úsala para abrir las puertas del cielo. La alabanza es el sonido de las puertas que se abren; la alabanza es el sonido de la victoria.
Alabad a Jehovah, Porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios; Porque suave y hermosa es la alabanza.– Salmos 147:1